jueves, 5 de marzo de 2009

EL JUGUETE DEL POBRE.-

Traducción libre de Josefa María Setién de “Le joujou du pauvre” de Charles Baudelaire (1.821/1.867).

Al salir por la mañana con la intención de deambular por las grandes avenidas, deberíamos de llenar los bolsillos de invenciones de cuatro perras, polichinelas de papel colgando de un hilo, herreros que golpean el hierro candente, jinetes con caballo cuya cola asemeja un silbato y a lo largo del camino, junto a las tabernas
o bajo cualquier árbol, actuar para los niños desconocidos y pobres. Veríamos sus ojos agrandarse por el asombro,. Al principio no osarían tomar el juguete, dudarían de su felicidad. Después la mano se aferraría al regalo y huirían como los gatos que desconfían del hombre y van a comer más lejos el trozo de comida que se les ha dado.

Junto a una carretera, tras la verja de un hermoso jardín en cuyo fondo se veía la blancura de un hermoso palacete brillando al sol, había un niño lozano y bello, vestido con ropa de campo de gran clase.

El lujo, la despreocupación y la presencia habitual de la riqueza hacen a esos niños ¡tan guapos! Que se podía pensar que estaban hechos con una pasta diferente a la de los niños de la mediocridad o de la pobreza..

Junto a él y sobre el césped había un espléndido juguete, tan lozano como su dueño, lacado, dorado, vestido de púrpura y cubierto de plumas y herrajes, pero el niño no se ocupaba de su juguete preferido y he aquí lo que miraba.

Del otro lado de la verja, en la carretera, entre los cardos y ortigas, había otro niño, sucio, enclenque, tiznado; uno de esos parias en quién un buen observador imparcial –despojándole de su repugnante pátina de miseria- descubriría la belleza, como descubre un conocedor una hermosa pintura bajo un vulgar barniz.

Entre esas barreras simbólicas que separaban los dos mundos, la carretera y el palacete, el niño pobre mostraba al niño rico su juguete, el cual era examinado por este con avidez como si se tratara de un objeto raro y desconocido. Este juguete que dentro de una pequeña jaula, era agitado, zarandeado y molestado por su dueño era ¡un ratón vivo!. Sus padres, en su absoluta pobreza, habían proporcionado a su hijo un juguete obtenido de su propia vida.

Y los dos niños se reían fraternalmente, mostrando unos dientes de la misma blancura.

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